El pasado martes 20 de noviembre tuvo lugar en el Aula Magna de la Universidad Francisco de Vitoria la primera "Hora Newman" del año. ¿El tema? El sufrimiento dentro de la enfermedad.
Alumnos de las Facultades de Psicología, Medicina, Fisioterapia y Enfermería, junto algunos curiosos que paseaban por el campus y veían el bullicio que se dirigía al Edificio H, fueron llenando el auditorio. La mesa de ponentes, a medida que se acercaban las 10:30, iba viendo con expectación como algunos estudiantes buscaban asiento en las escaleras al no quedar ninguna butaca vacía. Cristina Papadaki, profesora de Enfermería de la UFV, presentó a sus colegas, dio gracias a la universidad por permitir albergar este tipo de eventos y dejó que Sonsóles Hernández, enfermera en el Hospital Universitario de Móstoles, cogiera el testigo.
Su ponencia fue breve pero ayudo a dibujar la línea que el resto de protagonistas más tarde seguiría: "¿Responde la ciencia al sufrimiento?".
Sonsóles Hernández, antes de finalizar su intervención, quiso resaltar que "no solo atendemos a un dolor físico. Detrás de éste hay una persona que desea ser reconocida". En ese instante, fue turno de la doctora Blanca López - Ibor, especialista en Oncología y Hematología en el Hospital Montepríncipe, que volvió a sorprender a un auditorio comprometido con su presentación emotiva. Quiso ponerle nombre y apellidos a todas esas caras que componen su trayectoria profesional y fue así como presentó a Patricia. Una niña de siete años con un tumor cerebral.
Insistió en la importancia de que "los padres estén siempre con sus hijos, incluso en la U.V.I.". "No me cansaré de exigirlo. Si algún día el hospital en el que trabajo cambia de opinión. No pasa nada. Vuelvo hacer las maletas. Sería la decimoquinta vez". Gran parte de la intervención de la doctora López - Ibor giró en torno a la responsabilidad que tienen los médicos con sus pacientes.
"No pueden entrar como un elefante en una cacharrería. A los médicos, los niños nos ven en la cima. Somos transmisores de esperanza. Estamos allí para curarles, para ser educados con ellos y para acompañarlos en su dolor". Hizo un especial hincapié en este punto pues "no se pueden tolerar los especialistas insensibles ya que el efecto que provocan en los pacientes es el siguiente: no puedo confiar en un médico que no me mira a los ojos".
Aprovechó el buen recibimiento de sus palabras por parte del auditorio para lanzar un mensaje claro al mundo de la medicina. "No todo es protocolo. No existen medicinas para todo. Las píldoras no curan las emociones de los niños. De hecho a ellos no les interesan realmente si las radiografías o los análisis están bien. A ellos les duele y debemos respetarlo porque son niños y porque están muertos de miedo".
Antes de la lluvia de aplausos, López - Ibor dejó dos frases impactantes.
"No caigamos en la estupidez de que mientras hay vida hay esperanza. Eso no es cierto. ¿Qué pasa? ¿Qué si no hay vida no hay esperanza? Mi experiencia me demuestra que si te mojas, si te involucras con un paciente al que después pierdes, la familia sigue visitándote para agradecerte lo que hiciste por su hijo, hermana o madre. El médico sigue adelante y tiene la esperanza de seguir haciendo un buen trabajo". "Debéis tener en cuenta, vosotros que tenéis la suerte de estudiar en una universidad donde en Medicina y Enfermería se estudia Antropología y Filosofía, que huir de la muerte engendra una cultura de la muerte mientras que afrontar la muerte engendra una cultura de la vida".
En el ecuador de la "Hora Newman", le llegó el turno a Don Ángel Barahona, profesor de humanidades de la UFV. Es la que fue recordada por los allí presentes como una intervención "magistral", que pasó de un análisis profundo de la cuestión fundamental que ha intentado "desde siempre responder la filosofía: el sufrimiento", a un testimonio personal de conversión invitando al asombro que supone el Libro de Job.
"¿Cuándo se entiende verdaderamente el sufrimiento y el amor, que están íntimamente entrelazados? Cuando Job, frente a las constantes pruebas de Dios, se arrodilla frente a lo que cualquiera de nosotros habríamos catalogado de sinsentido". A continuación explicó la luz que supuso para él el Cristo Crucificado. "Un Dios en la cruz, sufriendo por todos nosotros".
"Esto supone, continuó Barahona, romper por completo con la lógica de este mundo posmoderno que hace todo lo posible para tapar la evidencia del dolor usando la técnica de la avestruz. Esconder la cabeza bajo el ala y esperar a que el dolor se pase. Pero no se pasa".
Barahona repasó las teorías de existencialistas como Sartre y el primer Camus, donde "el sufrimiento no tiene sentido y tenemos que buscar un culpable. Dios". Continuó diciendo que "no podemos asumir nuestra condición de precariedad, de miseria, y decidimos que la única forma de ser valiente y digno en un mundo sin sentido es el suicidio". El profesor Barahona entendía que estas teorías colocaban al Yo en el centro, sujetado por "un orgullo desmedido que provoca la creación de un ídolo". Nosotros mismos, dando vía libre al deseo ilimitado en un ser limitado.
El Doctor Ángel Barahona quiso terminar su reflexión con la afirmación de que a él "no le cuadraba la existencia de un Dios tan sádico, cruel y perverso que se recree en nuestro sufrimiento".
El broche final vino con la participación del Padre Florencio Sánchez L.C. Recordó la experiencia que tuvo hace algunos años en Tierra Santa con una estudiante llamada Luisa.
"Ella era musulmana. Mientras nosotros nos fuimos a hacer el Vía Crucis, me pidió permiso para poder ir a una mezquita a rezar. Yo le dije que sí, que por supuesto, pero que esperase a que alguno de nosotros la pudiera acompañar pues Jerusalén no es un lugar muy seguro para perderse. Más tarde Luisa me reconoció que a ella una de las cosas que más le sorprendía de los cristianos era la Cruz. Ella no podía entender semejante sufrimiento. La hacía estremecerse. Sin embargo yo, un sacerdote, ya os podéis imaginar lo acostumbrado que puedo llegar a estar a ello. A veces uno no es consciente de lo que significa, en el ruido del día a día. Pero lo que está claro es que es mucho más que un símbolo. Mucho más...".
Más tarde el P. Florencio Sánchez L.C. fue recogiendo algunas de las frases que previamente habían dicho el resto de ponentes y se quedó durante un tiempo con una de Blanca López - Ibor. "Hay que tener los pies en la tierra y la mirada en el cielo". "Hay que saber muy bien que cuando uno mira al sufrimiento de frente y no encuentra el sentido, tenemos que esperar a Dios. Nadie puede decir nada, ni dar consejos. Solo Él sabe".
El Padre Florencio cerró su comparecencia, dando paso a los alumnos y sus preguntas, recordando que "mirar al cielo no es para escaparse y contar estrellas. Es para asombrarse".
El Padre Florencio cerró su comparecencia, dando paso a los alumnos y sus preguntas, recordando que "mirar al cielo no es para escaparse y contar estrellas. Es para asombrarse".
¿Cómo podemos no perder de vista que la ciencia no es para la ciencia sino para las personas?
Blanca López- Ibor. Porque es para personas. Tú no eres biotecnóloga, eres personas. Frente al sufrimiento debes reaccionar como ser humano y no como una pieza más de un aparato tecnológico.
¿Qué sentido tiene una religión que cure?
Padre Florencio Sánchez L.C. Para la fe el bien del hombre es primordial. Se busca que afronte el sufrimiento, no que se abandone a él. La religión también se interesa por el hoy, no solo por el mañana. Si fuera simplemente esto, como hacen algunas sectas, sería una droga. Un engaño. No hay que escaparse del dolor. Hay que asumirlo, afrontarlo, vencerlo y saber que del mismo modo que hay un mañana también hay un hoy.
¿Cómo se le dice a un niño que se va a morir? Blanca López- Ibor. Yo jamás digo al niño que se va a morir. No me corresponde a mí juzgar los límites de la vida y la muerte. Se ven cosas asombrosas todos los días y yo siempre espero hasta el final... Además, ellos ya saben lo que les está ocurriendo. Muchas veces les digo a ellos que cuenten el diagnóstico de su enfermedad. Lo hacen mejor que yo (risas).
Padre Florencio Sánchez L.C. Se puede ser totalmente feliz en medio del sufrimiento del mismo modo que se puede ser infeliz sin sufrir o lo peor de todo, ser infeliz sufriendo. Es un misterio tan abismal que no se puede explicar. No se enseña. Se vive. Y cada uno tenemos una forma diferente de encararlo.
Con el sonido de miles de pisadas abandonando el Aula Magna, los allí presentes nos quedamos con el sabor de una realidad bien degustada, con todos los ingredientes necesarios para poder extraer un juicio quizás más certero del que se nos permite en el frenesí del cambio de clases y el trasbordo de metro. Ahora, con más o menos expectación, estudiantes de todo el mundo aguardaremos a una nueva sala abarrotada, con una pregunta y cientos de respuestas que conducen irremediablemente al apodo del por qué. "Hora Newman".
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