Benedicto XVI ha recibido esta mañana en audiencia a una delegación de la región italiana de Molise de la que procede este año el abeto que se coloca en Navidad en la Plaza de San Pedro y cuyas luces se encenderán esta tarde.
El Papa ha dado las gracias a la delegación por el abeto blanco -al que acompañan otros más pequeños destinados al palacio apostólico y a diversos lugares del Vaticano-, saludándoles, después con un breve discurso.
“Dios se ha hecho hombre y ha venido entre nosotros, para disipar las tinieblas del error y del pecado, trayendo a la humanidad su luz divina. Esta luz altísima, de la que el árbol navideño es signo y recuerdo, no sólo no ha perdido tensión con el paso de los siglos, sino que sigue resplandeciendo sobre nosotros e iluminado a todos los que vienen al mundo, especialmente cuando deben atravesar momentos de incertidumbre y dificultad. Jesús mismo dirá de sí: “Yo soy la luz del mundo; quien me sigue, no camina en las tinieblas, sino que tendrá la luz de vida” (...) Y, cuando en las diversas épocas se ha intentado apagar la luz de Dios para encender fuegos ilusorios y engañosos, se han abierto estaciones marcadas por trágicas violencias sobre el ser humano. Ha sido así porque cuando se intenta borrar el nombre de Dios de las páginas de la historia, el resultado es que se trazan renglones torcidos, en los que hasta las palabras más hermosas y nobles pierden su verdadero significado”.
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