El pasado viernes, Iker Casillas y Xavi Hernández recogían el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes por "simbolizar los valores de la amistad y compañerismo pese a la rivalidad". La entrega de este premio ha generado cierta controversia en el mundo del deporte, pues hace sólo dos años ya se premió a la Selección Española de Fútbol por la "trascendencia deportiva y social" de los logros que consiguiera en la Eurocopa de 2008 y el Mundial de 2010. Deportistas de la talla de Saúl Craviotto o David Cal han expresado su malestar en las redes sociales por el fallo final del jurado, reclamando un mayor protagonismo para aquellas disciplinas con menor repercusión mediática.
Parece evidente que este premio jamás se habría otorgado a dos compañeros que practicaran un deporte de menor resonancia. Pero más allá de esta polémica, el resultado es justo. Desde que Iker y Xavi coincidieran por vez primera en el Mundial sub-20 de Nigeria en el año 1999 (Casillas era el benjamín del grupo y Xavi el referente del equipo), ha ido creciendo entre ellos una amistad que ha sabido convivir con la rivalidad casi patológica que existe entre el Real Madrid y el FC Barcelona. La tensión entre los clubes ha ido en aumento en los últimos años y ha vivido momentos tan surrealistas como el cochinillo de Figo o elcanguelo de Boluda, llegando a máximos hace dos temporadas tras la ristra interminable de derbis disputados entre los dos equipos, donde la presión del entorno, la prensa y del peacemaker José Mourinho terminó por desquiciar a los jugadores de ambos clubes, ofreciendo varias tanganas más bien propias de un primer día de rebajas en unos grandes almacenes. Ante estos hechos se dispararon las dudas sobre un posible envilecimiento de las relaciones entre los jugadores que defienden los colores de la selección y una consecuente merma competitiva. Sin embargo, Iker y Xavi (junto con Puyol), apelaron a su amistad para recomponer la unidad del grupo, conscientes de su autoridad dentro del vestuario, logrando que la normalidad volviera a hacer acto de presencia en la convivencia entre los jugadores de uno y otro equipo a pesar de la insistencia en ahondar en el conflicto por parte de la prensa afín a cada uno de los clubes.
Los futbolistas de hoy son una versión actualizada de los gladiadores que en otro tiempo hacían las delicias del pueblo romano. Generan ilusión, dan espectáculo, enriquecen a sus dueños (que ahora se disfrazan de presidentes y representantes) y hacen olvidar al pueblo, al menos durante unas horas, la difícil situación en la que viven. Es por esto por lo que uno agradece ver una historia humana más allá egos vanidosos y conductas fanáticas. Estos dos futbolistas (que aúnan lealtad a su club y sencillez) han mostrado a todo un país y al resto del mundo una amistad operativa que afirma la unidad por encima de las diferencias (algunas prácticamente insalvables) en beneficio de un bien común.
En un tiempo en el que la diferencia genera cada vez más violencia en nuestra sociedad, este premio nos indica un camino. La unidad como motor del cambio.
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