05 enero 2011

Sexualidad adolescente, por Antonio Matilla

Las vacaciones permiten, a veces, hacer lo que uno debería hacer siempre: convivir con los amigos. La vida moderna tiende a situarnos a cada uno en nuestra particular ‘ínsula Barataria’, abaratando la vida por privarnos de lo más importante en aras de la rentabilidad. Tuve ocasión de compartir unas horas con un amigo catequista de adolescentes. Se quejaba de que fallaban como una escopeta de feria de las de antes:
un día venían a la reunión y dos no; y si venían, lo hacían ‘de aquella manera’. La paciencia es un don catequético y mi amigo la ejerció una semana y la siguiente y otra y muchas más, hasta que un día se sinceró ante ellos: ‘encima de que hago el esfuerzo de venir, podíais intentar escucharme algo ¿no?’. La sugerencia debió hacer efecto porque todos volvieron la vista hacia él y uno de ellos se hizo eco del sentir común: ‘Pero tío, ¿por qué sigues viniendo?’. Mi amigo lo pensó un momento mientras guardaba silencio y dijo desde sus adentros: ‘Porque te quiero’. Carcajada general.

Esos adolescentes tenían el don de captar por contagio el ‘espíritu de la época’ y ese espíritu afloró en la carcajada. El episodio fue ocasión de tratar un tema no previsto ese día, la sexualidad. En el debate quedó claro el sentido de la carcajada: entienden el amor sólo como sexo, o mejor, como genitalidad. Suerte que son adolescentes, abocados a madurar. Pero, de momento, ‘la cera que va delante es la que alumbra’ y esa carcajada es signo inequívoco de una gran dificultad para dejarse querer. El espíritu de la época, que no les han metido en casa ni en la escuela –en algún sitio se lo habrán metido-, les lleva a reprimir el amor verdadero. El sexo –la genitalidad- es algo banal, objeto de disfrute exento de responsabilidad; de ahí se pasa a la represión de toda forma normal de amor y de la represión a la enfermedad del alma; como no soy psicólogo, no sé si neurosis obsesiva en algunos casos más graves y con menos sustrato moral. El éxito de la revolución sexual de los sesenta ha llevado al triunfo de la pornografía y al fracaso del amor. O será que, como dijo Ortega y Gasset, exagero.
Antonio Matilla, sacerdote

2 comentarios:

  1. No Antonio, no exageras.
    En efecto la represión lleva a neurosis obsesivas, terminan en la genitalización vacía. Tal es el caso incluso de sacerdotes que recurren a webs de contacto sexuales sin compromiso, buscando las mismas vías de escape, que critican entre los jóvenes.
    Eso sí, esa generación de jóvenes que criticas, saben moverse por la red sin dejar rastros digitales.
    Deberías cerrar la pagina de contactos badoo de Antonio Matilla Matilla:
    Chico de 62 que quiere quedar con una chica mayor de 52...
    Salta desde cualquier buscador , con solo teclear tu nombre.
    O bien mantenerla y no criticar la "genitalización" de los chicos, por eso de la coherencia hombre.
    Las hormonas son las hormonas.

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  2. A tenor de lo denunciado irónicamente por el comentarista anterior, que acabo de comprobar estupefacta en la red,parece pertenecer usted a esta nueva generación de sacerdotes que han sabido adaptarse a las nuevas tecnologías, en esta era digital tan criticada como imparable.
    Sin embargo es evidente que tambien parece pertecener a esa minoría, que padece un desdoblamiento entre discurso y acto.
    Es evidente que justifica su conexión del alta velocidad, con ciberdiscursos vacíos como el anterior, mientras aparta sus votos para caer en las sucias redes de contactos sexuales sin compromiso que no conducen precisamente al ensanchamiento espiritual.
    Como expresó valiente y claramente su jefe hace unos dias en la JMJ, "No hay sitio en el clero para las manzanas podridas". No se pueden tender puentes simultáneos a Dios y al diablo...
    Y si no es capaz abandone el hábito o cuide las formas, aunque no crea en ellas.

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