En medio de la siesta obligada por el calor que también afecta al embalse de Alarcón, donde me encuentro participando en el campamento‘Desencadena2’, junto a otros doscientos monitores del Movimiento Scout Católico, para dar los últimos toques al ‘Programa de Jóvenes’, o sea al Proyecto Pedagógico del Escultismo, me llegan ecos de que la crisis no está afectando a la matrícula de nuevos alumnos en la Universidad, sino más bien al contrario: a más crisis, más estudio.
La formación de un buen profesional da para varias legislaturas. Desde Infantil hasta el Master o una Formación Profesional de nivel, más o menos veinte años. La crisis es una magnífica ocasión para que los padres –y los propios alumnos, una vez alcanzado el ‘uso de razón’, cosa a la vez muy antigua y la más moderna que existe, y que suele darse mucho antes de los dieciocho años- se planteen con radicalidad cómo educar a sus hijos. Hay varias opciones: a) satisfacer de inmediato sus deseos, actitud coherente con el derroche que ha conducido a la actual crisis; b) proponer a niños y jóvenes un sistema de valores trascendentes –más allá de las modas políticamente correctas del momento- y que pueda servirles para un roto y para un descosido, para períodos de abundancia y de vacas flacas, para un Presidente de Gobierno y para su contrario.
Hay valores que van más allá de nuestras narices y nos trascienden: la ayuda –filantropía, se decía antes-, la solidaridad, el ecologismo, la paz perpetua; pero permanecen de tejas abajo y corren el riesgo de quedar enterrados cuando ‘se nos caen los palos del sombrajo’ que tan trabajosamente hemos levantado. Hay otra trascendencia ‘de tejas arriba’ que proporciona la fe cristiana; es más universal, más integral, más ‘holística’; tiene en cuenta a las demás, las respeta, dialoga con ellas y, humildemente, las supera. Y en eso hemos andado en Alarcón, con los pies en la tierra seca, el corazón trascendido en fraternidad y la mirada levantada a las estrellas porque no queremos que la trascendencia se nos marchite.
Antonio Matilla, sacerdote
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