Dice el discípulo joven de Jesús en su carta, cuando se dirige a los jóvenes:
“Jóvenes, les he escrito porque son fuertes, y la Palabra de Dios permanece en ustedes, y ustedes han vencido al Maligno”. 1 de Juan 2, 14b
Ciertamente a nadie le gusta que le digan el final de un libro o de una historia que está leyendo o escuchando, pero para este caso y para estos fines juveniles de la fe, creo que es muy bueno hacer la excepción y pasarles este interesante dato que nos mandan desde el cuartel general de la Fe (el mismo corazón de Jesús), en boca del más joven de sus discípulos.
Decirle a los jóvenes de hoy y de siempre, (y a ti que estás leyendo esto) que les felicitamos sinceramente porque han vencido al maligno. (entiéndase con claridad, al mismo Diablo y todo lo que representa de maldad) es un verdadero riesgo, pero hay que correrlo porque se trata de una noticia inusitada, y por extraña, llamativa.
El ejemplo de este loco mensaje podría aplicarse a que estés jugando en un partido de fútbol y tu equipo se va al medio tiempo con una goleada en contra de 5 a 0, todo parece que en la segunda parte será otra media decena la que van a coleccionar; mientras en los vestidores resulta que alguien de los directivos de la institución llega para hablarles; todos con seguridad saben que se trata de una regañada, o de una amenaza de despido si no cambian las cosas en el segundo tiempo.
Pero la sorpresa es que éste ejecutivo de parte de los dueños del equipo llega con una cara esperanzadora y les dice, “los quiero felicitar porque ustedes son fuertes y ya han vencido al enemigo’, da para pensar que llegó en estado etílico (o sea… borracho), o que por lógica, se equivocó de vestidor y de equipo.
Se puede entender que queramos ser optimistas ayudados por la fe, pero muchas veces la realidad juvenil nos cae encima como una loza muy pesada que no permite que podamos ver más allá de las narices, y mucho menos andar con esperanzas infundadas y falsas.
Se puede entender que para muchos jóvenes el escuchar algunas de las predicaciones de nuestra Iglesia les suene más ficticio y fantasioso que la serie de Héroes, o sea más creíble el anti-cuento de Shrek con sus críticas a los cuentos de hadas que palabras de fe y de ánimo que decimos cuando hablamos del Poder o del Amor de Dios.
Obvio es que no estoy escribiendo estas letras para jóvenes perfectos y buenos, bien decoraditos, tan peinados que parecen que los lamió un león,(¡Wácala!) y que de paso pueden haber caído en la trampa de que cumpliendo algunas reglas evidentes y externas, se puede salvar la parte escondida del alma que necesita rendirse frente a Dios para poder vencer verdaderamente al malo.
Quiero acercar estas letras a los jóvenes que día a día siguen en la lucha de amar, y cuyas derrotas son internas, en su alma. Se proponen grandes cosas en su corazón y el Maligno solo tiene que mover un par de tuercas internas de nuestros daños, pequeñeces que nos hacen caer en tristeza, en depresión, en gritar un “¡no se puede!”; a menos que claro, prefieras engañarte y hacer como que nada pasa en tu interior.
No se olviden de la receta de Santiago (eso es otro artículo) para que el Diablo huya la resistencia consiste en: someterse a Dios…
“Sométanse a Dios; resistan al demonio, y él se alejará de ustedes”. Santiago 4,7
Esta noticia de vencer en la Fe, todos la podemos recibir, pero decirles esto en medio de la lucha, en la tentación, y en la estadística de todos los días cuando nuestros jóvenes pierden una batalla tras otra, por mil carencias y daños, es una verdadera maravillosa forma arriesgada de poner la esperanza y la fe a caminar contra la corriente, a pruebas de las buenas.
La vida está llena de luchas, y si esto lo está leyendo algún joven que tiene broncas con alguna de las batallas en el alma y el espíritu, puede que me vea y me lea muy de lejos, pensando que le escribo a otros. Pero es para ti, y de paso para mí, así quedó para siempre en el testamento de las letras de la Biblia para los jóvenes de todos los tiempos.
Juan, el discípulo joven es el que escribe esto, es también el discípulo amado, y se ahorra muy astutamente el animarnos o el convencernos para luchar y seguir; ¡hace trampa de vocabulario felicitándonos por haber vencido al mismo Diablo!. Sea cual sea tu lucha: soledad, carácter, odio, miedo, y todos los matices propios del tema: droga, sexo, doble moral, etc., ¡Dios se atreve a decirte que al final vencerás, que al final la victoria va a ser tuya!. Implica que debe de haber un factor “X”, una carta escondida, que finalmente es Jesús mismo.
Antes de llegar a la felicitación total y final por vencer al Malo, leyendo despacito dice Juan a los jóvenes que:
1. “Son fuertes”.
La juventud sin duda es sinónimo de fuerza, en mil sentidos, en especial el físico, sea deportes, sea la misma guerra; un país no manda a sus viejos o a sus niños a pelear a menos que ya esté perdiendo la batalla.La mezcla divina aquí es que tomes tu juventud y a esa fuerza nata, propia de tu edad (por lo tanto no eterna), y la unas a la fuerza de Dios.
Curiosamente cuando la Biblia habla de fortaleza lo hace en función de fuerza para soportar los sufrimientos que la vida conlleva. OJO, no hablo de resignación cristiana, hablo de fortaleza cristiana.
No es que los jóvenes de hoy no tengan fuerza, es que la están desperdiciando en cosas que solo hacen por vaciarlos, por debilitarlos, así cuando la vida les pasa la factura no tienen la fuerza (ni propia, ni de Dios) para poder levantarse.
Es para mí uno de los más perfectos toques maestros del enemigo de Dios, que los jóvenes usen su misma fuerza para destruirse a sí mismos, y sin saberlo, es diabólicamente genial.
Déjenme para esta parte regalarles un versículo de la Biblia que aprendí a los días de haber tenido mi encuentro con el Señor, hoy solo quiero subrayar algo que en su momento cuando lo leí de chaval (de joven) ni vi pasar, pues, valga la ironía, mi propia juventud no me dejaba ver la posibilidad de llegar a cansarme, y menos con las fuerzas que tenía en esos días de total vigor.
Lo que quiero que leas bien es el hecho de que Dios me adelantaba el dato de que Él sabe que aún los jóvenes se cansan, se tropiezan y…se caen.
Él fortalece al que está fatigado
y acrecienta la fuerza del que no tiene vigor.
Los jóvenes se fatigan y se agotan
los muchachos tropiezan y caen.
Pero los que esperan en el Señor
renuevan sus fuerzas,
despliegan alas como las águilas;
corren y no se agotan,
avanzan y no se fatigan.
Isaías 40, 20-31
y acrecienta la fuerza del que no tiene vigor.
Los jóvenes se fatigan y se agotan
los muchachos tropiezan y caen.
Pero los que esperan en el Señor
renuevan sus fuerzas,
despliegan alas como las águilas;
corren y no se agotan,
avanzan y no se fatigan.
Isaías 40, 20-31
¿Viste el orden?,
Nos cansamos, valga el dato, de todo, hasta de hasta de pecar, nos cansamos de no poder cumplir nuestros sueños, de las injusticias que hay por todas partes, nos cansamos de ser perfectos, de aparentar no caer, que no nos pasa nada por dentro, nos cansamos de que Dios siga confiando en nosotros a pesar de nuestras caídas, en fin, agrega tú mismo la lista de tus propios cansancios.
Tropezamos, pues nuestra propia juventud nos hace correr sin poner bien los pies a cada paso. Tropezamos porque no sabemos ver trampas, y pensamos que la fuerza juvenil es la solución, tropezamos porque no nos tomamos la molestia de ver hacia el corazón y reconocer lo que necesitamos. (ojo, Dios sí lo sabe, pero lo ve desde el amor, vamos a coincidir con Él en el diagnóstico, pero nos va a superar en el tratamiento y la solución).
Y caemos.
El que no haya caído, puede dejar de leer estas letras, nada de lo que está escrito aquí es para ti, nada.
Pero los que de ustedes hayan caído, en lo que sea, (no te auto-juzgues, Dios no necesita esa ayuda de ti), entonces alégrense, Dios lo sabe, y no se aleja por eso, al contrario, se acerca por eso.
El que no haya caído, puede dejar de leer estas letras, nada de lo que está escrito aquí es para ti, nada.
Pero los que de ustedes hayan caído, en lo que sea, (no te auto-juzgues, Dios no necesita esa ayuda de ti), entonces alégrense, Dios lo sabe, y no se aleja por eso, al contrario, se acerca por eso.
Es curioso que a los jóvenes de la calle que evangelizamos de buenas a primeras, esto de “caer” no les es tanto problema, pues lo tienen claro en el hecho. Son los chicos “buenos” o los que van a la Iglesia los que se auto-flagelan con esto que es un gusto, pues piensan que Dios es un banco crediticio que a la primera deuda corta toda su confianza y su crédito para con ellos.
Dios no espera que caigas, pero sabe que puedes caer, y necesita que estés claro para cuando eso te pase, tu reacción más sabia sea querer levantarte y no quedarte derrotado al medio tiempo del partido. Para todos sigue siendo una noticia muy extraña que Juan, el discípulo amado, el que recibió a María en su casa, tenga esta claridad sobre el final de nuestra lucha: que venceremos a pesar de todo.
2.”La Palabra de Dios permanece en ustedes”.
Te paso otro maravilloso pasaje de la Biblia para afianzar esta afirmación de Juan, es una promesa, para que la aceptes y la reclames, te va a ayudar a llegar al final del partido, es de otro joven de la Biblia:
“¿Cómo podrá el joven llevar una vida limpia?,
¡Viviendo conforme a tu Palabra”.
Salmo 119,9
¡Viviendo conforme a tu Palabra”.
Salmo 119,9
Recuerda que esto se escribió cuando lo último que había eran Biblias impresas por todas partes, la Palabra en ese entonces se aprendía pasándola de una generación a otra, y cuidando los escritos originales como lo más valioso en la fe.
Podría pedirte que leyeras la Biblia, pero más allá te pido que te acerques a la Palabra, que la vayas haciendo tuya, que en especial las Palabras de Jesús vayan haciendo pie de playa en tu mente y en tu corazón. Para no darte todo un sermón de esto, te recuerdo que Jesús es La Palabra, y que al leer, o escuchar, o compartir Su Palabra, el Espíritu tiene alas libres para hacer que cada letra de ellas tome vida en ti. Ya lo veremos en otro pasaje pero bueno, al buen entendedor, pocas palabras.
Al decir Juan que la Palabra de Dios permanece en ustedes los jóvenes, hace directa referencia a que Jesús vive en ustedes, eso explica como y por qué se puede vencer al Maligno, pues vive en ti el Único que lo venció, y lo hizo en la ridícula fragilidad de la Cruz.
En la misma carta de esta felicitación también deja claro el porque de la acción de Jesús en nuestras vidas:
Precisamente para esto ha venido el Hijo de Dios:
para deshacer las obras del diablo.
1 de Juan 3,8b
para deshacer las obras del diablo.
1 de Juan 3,8b
Porque la fuerza de Dios está en ti, porque Su Palabra habita en ti, se puede ir adelantando que al final vas a vencer al Maligno. JESÚS es lo que le da sentido a esa felicitación tan fuera de serie de Juan a ti y a todos los jóvenes.
La parte espiritual, la batalla de tu alma, ya la peleó y la ganó Jesús por ti; pero eso significa que en tus batallas de todos los días tienes que ir haciendo acopio de las armas de Dios para seguir peleando cada una de ellas, hasta ganar la guerra final, y esa promesa ya la tienes. Parece trampa, pero es información clasificada que debías saber para poder continuar en la lucha con esperanza, y por cierto hacerle llegar a otros soldados en tu misma lucha.
En especial apodérate de este pasaje de felicitación anticipada, en medio de tus grandes pruebas, las que te hacen sentir mal y menos; las luchas que hacen que estas palabras de Juan suenen simplemente ridículas y equivocadas, y hasta como una broma de mal gusto.
Hay dos riesgos inminentes al decir y compartir esta felicitación, esta información de guerra espiritual:
La primera es que yo que te lo digo, o tú que lo compartes con otro, paguemos el impuesto de vernos mal, ridículos y fuera de lugar. Pero de eso se trata la fe, y se trata justo de información para jóvenes, los únicos capaces de poder arriesgarse a creerlo.
La segunda es la parte del que lo oye, del que lo recibe, también debe de arriesgarse a creer estas noticias del frente de batalla, directamente dadas por unos de los grandes generales de la fe.
Y esta, finalmente mi querido joven lector, es tu parte…¡Ah!, por cierto, FELICIDADES, HAS VENCIDO AL MALIGNO, te mandan decir.
La primera es que yo que te lo digo, o tú que lo compartes con otro, paguemos el impuesto de vernos mal, ridículos y fuera de lugar. Pero de eso se trata la fe, y se trata justo de información para jóvenes, los únicos capaces de poder arriesgarse a creerlo.
La segunda es la parte del que lo oye, del que lo recibe, también debe de arriesgarse a creer estas noticias del frente de batalla, directamente dadas por unos de los grandes generales de la fe.
Y esta, finalmente mi querido joven lector, es tu parte…¡Ah!, por cierto, FELICIDADES, HAS VENCIDO AL MALIGNO, te mandan decir.
Martín Valverde
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