Me llamo Fidel Mateos, y estoy sinceramente preocupado por los jóvenes. Cada vez me encuentro con más chavales que tienen a sus padres separados y con situaciones familiares complicadas. Unos medios de comunicación que necesitan de una formación para los espectadores que pueden tener, sin tener en cuenta las diferentes edades. Un mundo adulto cada vez más desorientado en lo que quiere ser y, sobre todo, hacia dónde quiere caminar.
Y en medio de todo esto tantos adolescentes y jóvenes que son igual que san Agustín hace 1700 años. Grandes deseos de un amor verdadero, de belleza, del bien. No somos diferentes porque pasen los siglos o cambien las circunstancias.
El gran reto que la realidad de los jóvenes presentar a mi modo de ver, es la falta de humanidad. Falta lo que nos hace más humanos. Y desde ahí resulta mucho más difícil hacer hombres y mujeres libres, críticos, capaces de crear, de acciones bondadosas… al final chicos y chicas que han perdido la esperanzan de ser felices. De que entregarse a otro puede ser para toda la vida. Incapaces de ver que la amistad de verdad merece la pena. Dejando a Dios como algo lejano o inexistente. Y ya sabemos que cuando el hombre deja de creer en Dios, cree al final en cualquier cosa.
Nos hacen falta constructores de humanidad. Educadores valientes que sepan ir al fondo de lo que es el hombre y entren en relación verdadera con los jóvenes para hacerles mejores, no por capacidades, sino por ser más ellos mismos. Por ser lo que Dios quiere que sean, es la única forma, sinceramente, de que sean felices. Y yo deseo con todas mis fuerzas la felicidad de los jóvenes que tengo delante.
Intervención en Cope (Nos ponemos en marcha)
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