Me llamo Fidel Mateos. Siempre me ha impresionado una cosa. Y es que todo un Dios se haga niño y viva como un hombre más entre nosotros. ¿Qué necesidad tenía? Me ha parecido completamente revolucionario.
La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, dice san Juan en el Evangelio. Este era el lema de la Jornada Mundial de la Juventud de Roma para el año 2000 y en el que Juan Pablo II profundizó ese año. Y no es algo que a mí me pueda dejar indiferente. Que gane o pierda el real Madrid al final pasa y me olvido. Que suspendiese o no una asignatura en la carrera se olvida y no me condiciona hoy. Pero no puedo ir contra lo que supone que si Dios existe se haya hecho carne. Si acepto esto, y muchos testifican que así ha sido, hasta tal punto que el calendario comienza en ese hecho.
Cuando estuve en Nazaret había una inscripción: “Aquí el Verbo (es de decir Dios), se hizo hombre) Me parece increíble. Saber que Dios se ha acercado tanto a nosotros supone tanto que como poco me hace pensar, y a la larga si soy consecuente me cambia la vida. ¿Probaremos cada día a tener este hecho presente? Cuando me levanto y aún medio dormido llego a la cocina a tomarme un café tengo un imán con el cuadro de la creación de Miguel Ángel en la capilla Sixtina. Es mi primer momento de consciencia de lo que soy, y de que no me puedo hacer a mí mismo, que necesito de otros y sobre todo de Otro con mayúsculas. Y que además ha querido hacerse hombre como yo. Luego, cuando tengo tantas cosas que no me gustan a lo largo del día no puedo mirarlas con otros ojos que no sean los de haber sido creado. Me cambia la mirada. Y así quiero mirar a otros, como me mira a mí un Dios que se hace hombre como yo.
Intervención en Cope (Nos ponemos en marcha)
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