AgenciaSIC – Queridos hermanos y amigos: paz y bien. El cuarto domingo de pascua es una jornada eclesial que desde hace cuarenta y siete años está dedicada a la oración por las vocaciones. Dijo Jesús el Buen Pastor: “«La mies es mucha y los obreros pocos; rogad, pues, al Dueño de la mies que mande obreros a su mies” (Mt 9, 37-38). Esta jornada viene a recordarnos cada año que debemos rezar por todas las vocaciones que constituyen el santo Pueblo de Dios, de modo especial el sacerdocio y la vida consagrada. Dios no se ha quedado afónico y sigue llamando a jóvenes de cualquier edad, que dejándolo todo se apresten a seguirle como respuesta a una vocación que les hace para el sacerdocio o para los carismas de la vida consagrada.
Vale la pena leer el mensaje que para esta ocasión ha escrito el Santo Padre, que tiene como hilo conductor una cuestión tan hermosa como comprometida: el testimonio suscita vocaciones. El Señor puede llamar como quiera, y de hecho llama según Él lo decide a cada uno. La vocación siempre y sólo la da Dios. Pero la pro-vocación nos la ha querido dejar a los que ya hemos sido llamados.
Solemos decir que nuestro mundo atraviesa una crisis vocacional, que nuestros jóvenes no se plantean estas cosas, que la sociedad actual ha dado la espalda a Dios y ha secularizado nuestros ambientes. Se podría añadir que la disminución de nacimientos influye también en esta crisis vocacional, o que la descomposición de la familia a veces inducida desde fuera con leyes y políticas desintegradoras complican que la respuesta a Dios sea tan diáfana y numerosa como antes.
Siendo parcialmente verdad todo esto, tenemos que decir que hay un factor que no se queda en esa explicación, sino que va más allá y nos interroga a los que hemos sido llamados al sacerdocio o a la vida consagrada: para llevar la vida que yo llevo ¿hace falta vocación? Porque si para vivir como yo vivo mi sacerdocio o mi vida consagrada no hace falta tener vocación, entonces no despertamos ninguna pro-vocación, es decir, nadie se preguntará ante Dios qué puede querer Él si nuestra vida es tristona, acomodada, mediocre, sin un apasionado amor al Señor, sin una verdadera comunión con la Iglesia, o con falta de entrega a los demás.
Como dice el Papa, «la fecundidad de la propuesta vocacional, depende primariamente de la acción gratuita de Dios, pero, como confirma la experiencia pastoral, está favorecida también por la cualidad y la riqueza del testimonio personal y comunitario de cuantos han respondido ya a la llamada del Señor en el ministerio sacerdotal y en la vida consagrada, puesto que su testimonio puede suscitar en otros el deseo de corresponder con generosidad a la llamada de Cristo. Este tema está, pues, estrechamente unido a la vida y a la misión de los sacerdotes y de los consagrados».
Benedicto XVI señala tres elementos fundamentales y deseablemente reconocibles en toda vocación al sacerdocio y a la vida consagrada: la amistad con Cristo, el don total de sí mismo a Dios y a los otros, y la comunión con la Iglesia. Es precioso el comentario que hace de estos tres elementos. Y recordando el testimonio del Cura de Ars, ha vuelto a subrayar cómo este santo sacerdote enseñaba con el testimonio de la vida. Es la vida la que puede hacerse pro-vocación de la vocación que Dios da.
En este año jubilar para los sacerdotes, hagamos nuestra la oración de Jesús y pidamos que nos dé muchos y santos sacerdotes, muchos y santos consagrados, que ofrezcan sus labios al evangelio y sus manos a la gracia. La Iglesia y la humanidad necesita de ellos. Ojalá que nuestra humilde pro-vocación ayude a descubrir a otros la vocación recibida.
Recibid mi afecto y mi bendición.
Solemos decir que nuestro mundo atraviesa una crisis vocacional, que nuestros jóvenes no se plantean estas cosas, que la sociedad actual ha dado la espalda a Dios y ha secularizado nuestros ambientes. Se podría añadir que la disminución de nacimientos influye también en esta crisis vocacional, o que la descomposición de la familia a veces inducida desde fuera con leyes y políticas desintegradoras complican que la respuesta a Dios sea tan diáfana y numerosa como antes.
Siendo parcialmente verdad todo esto, tenemos que decir que hay un factor que no se queda en esa explicación, sino que va más allá y nos interroga a los que hemos sido llamados al sacerdocio o a la vida consagrada: para llevar la vida que yo llevo ¿hace falta vocación? Porque si para vivir como yo vivo mi sacerdocio o mi vida consagrada no hace falta tener vocación, entonces no despertamos ninguna pro-vocación, es decir, nadie se preguntará ante Dios qué puede querer Él si nuestra vida es tristona, acomodada, mediocre, sin un apasionado amor al Señor, sin una verdadera comunión con la Iglesia, o con falta de entrega a los demás.
Como dice el Papa, «la fecundidad de la propuesta vocacional, depende primariamente de la acción gratuita de Dios, pero, como confirma la experiencia pastoral, está favorecida también por la cualidad y la riqueza del testimonio personal y comunitario de cuantos han respondido ya a la llamada del Señor en el ministerio sacerdotal y en la vida consagrada, puesto que su testimonio puede suscitar en otros el deseo de corresponder con generosidad a la llamada de Cristo. Este tema está, pues, estrechamente unido a la vida y a la misión de los sacerdotes y de los consagrados».
Benedicto XVI señala tres elementos fundamentales y deseablemente reconocibles en toda vocación al sacerdocio y a la vida consagrada: la amistad con Cristo, el don total de sí mismo a Dios y a los otros, y la comunión con la Iglesia. Es precioso el comentario que hace de estos tres elementos. Y recordando el testimonio del Cura de Ars, ha vuelto a subrayar cómo este santo sacerdote enseñaba con el testimonio de la vida. Es la vida la que puede hacerse pro-vocación de la vocación que Dios da.
En este año jubilar para los sacerdotes, hagamos nuestra la oración de Jesús y pidamos que nos dé muchos y santos sacerdotes, muchos y santos consagrados, que ofrezcan sus labios al evangelio y sus manos a la gracia. La Iglesia y la humanidad necesita de ellos. Ojalá que nuestra humilde pro-vocación ayude a descubrir a otros la vocación recibida.
Recibid mi afecto y mi bendición.
+ Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Adm. Apost. de Huesca y de Jaca
Arzobispo de Oviedo
Adm. Apost. de Huesca y de Jaca
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