18 febrero 2013

Ante la renuncia de Benedicto XVI, por Fidel Mateos


El lunes pasado fue un día extraño. Realmente no esperaba que el Papa pudiera renunciar a pesar de algunos rumores que existían, y a pesar de los problemas de salud que ha tenido durante todo el Pontificado.
Nada más conocer la noticia me vinieron dos imágenes a la cabeza, una fue el momento de su elección, para mí una sorpresa, que conocí entre algunos de mis compañeros de universidad. En alguna entrevista que tuve que hacer ese día por la radio recuerdo que dije con la boca pequeña que me alegraba de su elección y que sobre todo había que confiar en los cardenales. La verdad es que no lo conocía completamente. La otra imagen que me vino fue el día en que Benedicto XVI me invitó a comer como representante de los jóvenes europeos en la JMJ de Sydney. Desde entonces le he tenido un afecto especial, y he podido hacer una defensa aún más clara ante los demás por las críticas que le hacían. Vi a un hombre muy inteligente, pero también muy sencillo y tímidointeresado en cada cosa que le contábamos en la más de hora y media de encuentro, y que a pesar del cansancio y un poco de catarro nos atendió con un cariño especial a cada uno de los doce. No se me olvida el cariño que me transmitió hacia España y lo que le gustaron ciertas cosas que compartíamos en nuestra experiencia, que lo hacía además patente con esos ojos azules en su mirada fija.

Estoy seguro de que ha hecho todo lo que ha podido y que ha visto que lo mejor era renunciar, como recoge el código de Derecho Canónico, entre tantos problemas de salud y unos colaboradores que no siempre han ayudado al bien de la Iglesia, como ha sido el caso de sumayordomo con las filtraciones de documentos privados por ejemplo.
Lo que queda de manifiesto es que Benedicto XVI es un testigo de la fe, como reconocimiento de la presencia real de Cristo. Y que con este gesto, culmen de otros muchos en su vida, nos ayuda a mirar a Otro, al que él mira, para que no nos quedemos en mirar al Papa y vayamos a la fuente y origen de todo.
Algunos pueden pensar que es una irresponsabilidad abandonar cuando te lo ha encomendado el Espíritu Santo a través de los cardenales, pero lo que queda claro es que la Iglesia ni Cristo dependen del Papa, sea quien sea, y que es un gesto de gran humildad y libertad que cuántos querríamos para uno mismo.
Desde el año 2005 se ha dedicado a coger el toro por los cuernos en muchos asuntos eclesiales que no eran nada fáciles (caso Maciel, sacerdotes pederastas, cisma de Lefevre, acercamiento a los ortodoxos, primer Papa que entra en una mezquita, su diálogo con la cultura en Ratisbona, su testimonio en Auschwitz, sus encuentros con los jóvenes en Colonia, Sydney y Madrid, su peregrinaje a la tumba del apóstol Santiago, la consagración de la Sagrada Familia…) y se queda uno con la sensación de orfandad, dándole el testigo al próximo Papa que deberá completar todo el trabajo iniciado por él.
Gracias Santo Padre por estos años entregados a la Iglesia en que me has ayudado a mirar más verdaderamente qué significa ser cristiano.
http://fidelmateos.wordpress.com/2013/02/18/ante-la-renuncia-de-benedicto-xvi/#more-186

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