La que se ha montado por las palabras del Ministro Wert la pasada semana en el Congreso de los Diputados…por decir que el Gobierno quiere “españolizar” a los alumnos catalanes.
Desconozco si su intención era precisamente la de provocar, pero el caso es que, si así fuera, lo ha conseguido. Los nacionalistas/independentistas catalanes se han puesto de los nervios, calificándolo de “franquista”, “retrógrado”, “postguerracivilista”…y otros amables epítetos.
Más curioso –y preocupante- es que el PSOE haya pedido ni más ni menos que la reprobación del Ministro de Educación por realizar las susodichas declaraciones. El PSOE, un partido teóricamente nacional, no sólo no apoya al Ministro ante tal furibunda deriva secesionista, sino que se alinea con el ala más radical del nacionalismo y pide que el Ministro sea reprobado.
Ciencia ficción.
Ahora, lo que en este ámbito más nos interesa, y a mí más me preocupa, es la actitud del episcopal catalán. En las últimas semanas la Conferencia Episcopal Española se ha pronunciado a favor de la unidad de España y en la necesidad de sumar fuerzas para salir de la crisis. Tan sólo un día después, la Conferencia Episcopal Catalana, sacó una declaración con un contenido tan sumamente ambiguo que resulta entre chocante y descorazonador.
De hecho, en los medios de comunicación catalanes, se ha dado por supuesto que dicha declaración de la jerarquía eclesial catalana era un claro espaldarazo a sus pretensiones y delirios independentistas. Y, a día de hoy, la CEC no ha desmentido dicha interpretación.
Pavor, estupor, desconfianza, desmotivación, dolor…me produce conocer la tibia –cuando no cómplice- actitud del episcopado catalán ante tal desafío a la unidad de España. Me recuerda a la peor iglesia vasca, esa que era equidistante entre las víctimas de ETA y los etarras. Lo peor, lo más vergonzante de nuestra Iglesia.
Espero, confío y rezo para que la iglesia catalana sepa estar a la altura de las circunstancias, que son delicadísimas.
Mientras tanto, el pasado viernes estuve en el Desfile de nuestra Fiesta Nacional con nuestro párroco y mis hijas y, la verdad, fue un gusto. Que Viva España.
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