Me da pena pensar que una oración que tanto bien hace en mi vida sea asociada a unas cuantas “ancianitas” rezando en los bancos de una iglesia solitaria. Tengo que reconocer que no siempre he estado tan unida a la Virgen como actualmente. Aunque me queda mucho camino por andar, desde que no suelto esta preciosa devoción del Rosario, noto que acudo mucho más a mi Madre del cielo como intercesora a todas mis pequeñas preocupaciones, y cómo Ella va actuando a pesar de mí.
Algo tendrá esta oración cuando grandes santos como Juan Pablo II la recomendaban y practicaban, y cuando la mismísima Virgen ha acudido a recordarnos en el tiempo y en el espacio (Fátima, Lourdes,…) que agarrándonos a ella nos agarramos a la Salvación.
Siempre he oído decir que la familia que reza unida permanece unida; mi padre falleció cuando yo tenía siete años y uno de los recuerdos más bonitos que tengo de mi niñez, es cómo él todas las noches nos invitaba a unirnos a quien quisiéramos de la familia a rezar el Rosario. Actualmente, antes de que mis niños de 9, 7, 4 y 1 añito se vayan a dormir, rezamos entre todos un misterio y luego hacemos nuestras peticiones. Estoy segura que la Virgen como Madre que es nos mirará con mucho cariño a pesar de nuestras limitaciones.
Pues, nada más que decir, os invito a acudir a ella y que os sorprendáis de los frutos.
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