03 agosto 2011

Héroes de la JMJ, por Manuel Mª Bru

Me gustaría poder ofrecer por las ondas los rostros de los que me atrevería a llamar los héroes de la JMJ, que llevan años preparando la Jornada Mundial de la Juventud que recibirá en pocos días en Madrid al Papa y a un millón y medio de jóvenes provenientes de más de 190 naciones de todo el mundo.

Anoche, frente al metro de Nuevos Ministerios, pude ver a un puñado de jóvenes pegando carteles de la JMJ en las marquesinas de las paradas del autobús. Me acerqué a ellos y me permitieron participar en ese “ritual” de la pegada de carteles, que para los que ya no somos tan jóvenes, rememora aquellos años de la transición cuando estrenábamos libertades civiles y sobre todo la libertad de elegir a nuestros gobernantes. Ahora, viendo la alegría y el entusiasmo de estos jóvenes voluntarios de la JMJ pegando carteles, pienso que tal vez –Dios así lo quiera- estemos en la aurora de un movimiento juvenil dispuesto a ejercer con despecho esa libertad -tan cerciorada en nuestra democracia por la censura cultural- que es la libertad religiosa.


En todo caso, no son sólo los jóvenes voluntarios que pegan carteles. ¿Y los que recorren ya las calles de Madrid llevando de parroquia en parroquia la cruz y el icono de las Jornadas que les regaló el Beato Juan Pablo II? ¿Y los que llevan meses dedicando el preciado poco tiempo que tienen libre tras cumplir con sus obligaciones de estudio o de trabajo para los diversos servicios de coordinación de la Jornada? ¿Y los miles de jóvenes que en sus familias acogerán estos días a los peregrinos venidos de todo el mundo? ¿Y esos 14.000 jóvenes que atenderán a los peregrinos en el aeropuerto de Barajas, las estaciones de ferrocarril y de metro, los diferentes puntos de información, los alojamientos, las sedes de las catequesis, los actos con el Santo Padre?

Goyo Roldán (en la foto), el delegado de pastoral juvenil de la Archidiócesis de Madrid, uno de esos “héroes ocultos” de la JMJ, ha dicho que cada uno de estos voluntarios “sabe que no es un voluntario social, sino que sin dejar de serlo, es esencialmente servidor de la fe dando testimonio en el voluntariado de la JMJ. Testimonio que ya se observa cuando, por ejemplo, los responsables de la administración pública, se quedan asombrados de la disciplina, disponibilidad y la necesidad que siente cada voluntario de conocer aspectos técnicos en protección civil, sanidad, orden, etc…, en definitiva, de la capacidad de respuesta que da la Iglesia (…) Cada persona, con su servicio voluntario dará a conocer al mundo la excelencia de la Caridad de la Iglesia”.

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