La relación "virtual" entre profesores y alumnos en Facebook, ¿sirve para motivar el interés escolar de los chicos o más bien para confundir los roles de cada uno, en una ambigua identificación entre profesor y amigo? Este tema, tratado en el periódico de la izquierda francesa Liberation, ha tenido eco estos días en varias columnas del Corriere della Sera.
Una investigación realizada por el portal skuola.net con una muestra de mil estudiantes concluye que el 8% de los encuestados se relaciona con sus profesores a través de Facebook. ¿Cómo se puede valorar este tipo de contactos, cada vez más frecuentes, en el mundo de las redes sociales? Las opiniones al respecto son de lo más diverso.
Muchos critican estos contactos "virtuales" porque podrían generar preferencias en la relación entre profesores y alumnos al desaparecer la imparcialidad del juicio y dar paso a una cercanía que, vista desde fuera, puede parecer sospechosa. La relación debe ser con todos o con ninguno. Por otra parte, el profesor no debe ser "amigo" de sus alumnos, debe ser su profesor, y basta; maestro, no colega. El profesor "amigo" reproduce el equívoco del padre "amigo" de sus hijos, aquél que renuncia a ser autoridad por la ilusión de ser joven entre los jóvenes, simpático, atractivo. El vínculo creado en Facebook enfatizaría así un narcisismo rampante, hedonista, una homologación en los gustos y preferencias. Las consecuencias serían una renuncia al respeto, que exige distancia, a la separación de roles, a la obligación de situarse como modelo y no como igual. Preocupaciones que, visto el comportamiento de ciertos profesores en Facebook, no son del todo infundadas.
El profesor que, en su lenguaje y en sus modos, juega a ser un chaval no se hace amigo de sus alumnos, sólo pierde su credibilidad y su estima. En algunos casos se han tomado medidas drásticas. Como en Estados Unidos, en Virginia, donde se está preparando la votación de un documento que recomienda a los profesores que eviten tener contacto con sus alumnos a través de internet. Una solución radical que elimina posibles distorsiones pero también todo lo que tiene de positivo la platea de Facebook.
Paolo Di Stefano escribe en el Corriere: "En el fondo, no hay nada más parecido a una clase escolar que una red social. No en vano, Facebook nació precisamente en el ámbito de loscollege americanos para simplificar la comunicación interna en el campus". Es verdad que conlleva un riesgo, más grave aún que el amiguismo narcisista: que el diálogo nade en el vacío del ciberespacio para interrumpirse después en la realidad escolar cotidiana. Como observa Giuseppe Bertagna, profesor ordinario de Pedagogía en la Universidad de Bergamo, es bueno que los profesores "hablen con sus alumnos, que construyan una escuela que no sea distante ni burocrática, en vez de hacerse confidencias a distancia. El problema es que se hacen amigos en Facebook sólo para tener una coartada que les permita estar al tanto de lo que sucede en clase. Pero la educación necesita inflexiones de voz, movimiento de manos, ceños fruncidos". Así es. La educación se fundamenta en una relación personal, directa y no virtual, entre un profesor que no renuncia a ser maestro y un alumno que no se niega a ser discípulo. Ninguna escuela (o universidad) a distancia podrá eliminar la importancia de esta "fisicidad", de esta relación intersubjetiva y concreta.
Es más; llegados a este punto, ¿quién puede negar, como escribe Di Stefano, "que la ventana de internet no pueda abrir puertas más grandes, face to face, para una comunicación sana entre maestro y alumno?". Si el portal del profesor no es un lugar -como suele suceder- dedicado a los chismes y confesiones íntimas, sino de intercambio ideal con colegas y amigos, si es el ámbito en que se comparten artículos, ensayos, temas de actualidad, ponencias, exposiciones, explicaciones de argumentos desarrollados en clase, ¿por qué de algo así deberían quedar excluidos los alumnos? Si fuera así, nos encontraríamos con la paradoja de un profesor que comparte los resultados de sus reflexiones potencialmente con todos excepto con sus propios alumnos, con aquellos con los que precisamente tiene la responsabilidad ideal y educativa más grande.
Se trata, naturalmente, de elecciones libres. No todos tienen los mismos intereses ni las mismas motivaciones. Por eso, los profesores que utilizan Facebook como un espacio esencialmente privado, como un lugar de relax y ocio, tal vez deberían prohibir el acceso a su perfil a sus alumnos, pues en este caso la relación no sería de ninguna ayuda y sólo contribuiría a confundir los roles. Es diferente el caso de aquellos para los que las redes sociales resultan una ventana abierta al mundo, un lugar de intercambio de ideas y de conocimientos que pueden convertirse en algo no sólo "virtual". Aquí se abre la posibilidad de un nuevo areópago, de un encuentro ideal entre alumnos y profesores que amplía, con formas nuevas y originales, la realidad del horario escolar.
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