El color rojo tiene un fuerte simbolismo. Es color de sangre, de bravura. Es color excitante. A lo largo de la historia ha tenido distintos significados.
Para los cristianos, en su larga historia bimilemaria, el color rojo es el color de la sangre de los mártires, es el color del Espíritu Santo. El uso del color rojo en la liturgia cristiana nos evoca un amor a prueba de fuego, el amor de Jesús y el amor que él nos ha dejado como mandamiento. Los mártires no han matado a nadie ni han ido contra nadie. Han amado por encima de sus fuerzas humanas, y sometidos a la prueba de salvar su pellejo o de ser cristianos, han sido capacitados para dar la vida libremente, perdonando incluso a sus enemigos. En Córdoba ha habido mártires en todas las épocas, en todas las culturas, en la época romana, en la época visigótica, en la época musulmana, en época reciente. En Córdoba hay bravura, hay casta, hay sangre derramada con amor y por amor a Cristo.
En la revolución marxista, sin embargo, el color rojo es color de odio, de lucha de clases, de oposición sistemática, es color de muerte y de destrucción. Los países que han llevado a la práctica esa revolución han visto retrasado su desarrollo, como ha sucedido en el Este europeo, han quedado anquilosados por un Estado que absorbía su libertad y su iniciativa. Ese color rojo no tiene futuro.
A los jóvenes que se preparan al gran encuentro con el Vicario de Cristo en agosto de 2011 en Madrid, en la Jornada Mundial de la Juventud y todas las actividades que le acompañan, se les entrega en estos días una bufanda roja. No es el rojo de la revolución marxista, cuyos resultados son un rotundo fracaso, ni el del nihilismo de Nietzsche, que conduce a la nada y al sinsentido aunque exalte al superhombre, ni el de la revolución sexual de Freud y sus discípulos, que hace esclavos del sexo por todas partes. La bufanda roja que se entrega a los jóvenes cordobeses estos días es el rojo del amor cristiano, que ha construido la historia apoyado en Jesucristo y en su Espíritu, invocando a María como Madre del amor hermoso, construyendo la civilización del amor y llamando a todos los hombres a una fraternidad universal que tiene a Dios como Padre, tal como nos lo ha revelado Jesucristo.
El sábado 19 de febrero, miles de jóvenes de Córdoba y provincia vienen a la ciudad. Están calentando motores para el gran encuentro de jóvenes este verano con el Papa, con Jesucristo, con otros millones de jóvenes del mundo entero, que quieren construir un mundo distinto, donde el odio y el pecado queden superados por el amor más grande, el amor de Cristo. Habrá todo tipo de actividades en esta jornada, música, fiesta, liturgia, piedad popular, gozo del encuentro con otros contemporáneos que comparten la misma fe y los mismos ideales. Pero todas esas actividades invitan a los jóvenes a cambiar de vida, a acercarse a Jesucristo, a vivir la vida de la gracia, recuperando la pureza de alma que ofrece el sacramento del perdón. Todo está preparado para que cada uno se encuentre con Jesucristo y le cambie su vida. No habrá botellón, ni preservativos, ni porros, ni marcha que diluye su persona y deja resaca.
El color rojo de esta bufanda es color de amor, de un amor grande y hermoso, que se ha cultivado en esta tierra, al acoger el don del Espíritu Santo. En estos jóvenes está el futuro de la Iglesia y de nuestra sociedad. Estos jóvenes vienen a demostrar que “la Iglesia está viva, que la Iglesia es joven, que la Iglesia lleva en su entraña el futuro de la humanidad, que es Jesucristo” (Benedicto XVI).
+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba
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